La Iglesia Ortodoxa está conformada por un conjunto de Iglesias autocéfalas que comparten la misma fe, doctrina y tradiciones litúrgicas. Cada una es encabezada por un patriarca, como el Patriarca de Constantinopla, el de Moscú, el de Antioquía, entre otros. A diferencia del modelo centralizado del catolicismo, encabezado por el Papa, en la ortodoxia no existe una figura con autoridad suprema sobre todas las Iglesias. El Patriarca de Constantinopla es reconocido como “el primero entre iguales” (primus inter pares), lo que le otorga un rol simbólico de coordinación y liderazgo moral, pero no le confiere jurisdicción sobre las demás Iglesias. Posee la facultad de excomulgar a otras Iglesias, aunque no la ha ejercido desde el Gran Cisma de 1054, que marcó la separación entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa.
En 2018, en el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania, el Patriarcado de Constantinopla concedió la independencia eclesiástica (autocefalia) a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, reconociéndola como separada del Patriarcado de Moscú. La Iglesia Ortodoxa Rusa interpretó esta decisión como una violación de su jurisdicción canónica, ya que durante siglos había mantenido el control espiritual sobre las comunidades ortodoxas en territorio ucraniano. Tras la invasión rusa a Ucrania, la Iglesia Ortodoxa Rusa hizo un llamado al cierre de todas las iglesias bajo la autoridad del Patriarcado de Kiev, negando la legitimidad de su autonomía. Como respuesta a esta postura, se ha planteado la posibilidad de que el Patriarcado de Constantinopla excomulgue a la Iglesia Ortodoxa Rusa.